5º La señorita Johnson no puede creer estar tan acalorada de tan solo mirar un dibujo, esta casi con un bochorno con vahídos. De perturbada pasó a masturbada en un santiamén. Afortunadamente las lechuzas de las asistentes han salido y Polly está que pone a máxima intensidad su delicado y flexible vibrador, anhelando que la siguiente imagen sea sucia, repugnante, una abominación absolutamente excitante y da vuelta la página. Pero, hasta ahí le llegó la calentura a nuestra inquisidora bibliotecaria. La nueva imagen era realmente extraña y esta sí tenía algo del Infierno de Dante (según Doré… obvio que fatigué). La imagen mostraba un gran escenario con una gigantesca caverna donde una figura altísima, como la muerte misma, mira hacia abajo a un hombre corpulento, desnudo y guapo que luce insignificante ante la presencia mortuoria que parece un árbol seco. Al fondo de la caverna hay unas figuras extrañas y sombrías, que no se sabe si son hombres, mujeres o monstruos. Pareciera que el dibujo anterior sí refería al Infierno, donde las almas pecadoras serían juzgadas y castigadas a las llamas eternas. Sintiéndose culpable por su concupiscencia, apaga su juguetito íntimo, se seca la frente con un pequeño pañuelo perfumado con gotitas de “Premier Figuere Parfum” un aroma frutal que le recordaba a su querida tía Anita, se echa aire con el pañuelo dejando un vaho a higos a su alrededor mientras se anima a seguir revisando la extraña colección de Amebus Latour.
Continuará...
(The Forest, Bob Wilson - 1988)